Una visita a los Faros del Norte de España Caminando en los Pasos de mi Tatarabuelo.
Una pregunta que a menudo se me hace es que como llegué a tener interés en los faros. Respondo que crecí cerca del mar, amando siempre todo lo que a náutica se refiere. A esto debo añadir que parte de mi primer trabajo incluía viajar por el mundo a bordo de barcos oceanográficos. Tengo cálidos recuerdos del haz de bienvenida que los faros emitían mientras nuestra nave, después de largo viaje, se acercaba a tierra. Hace pocos años me enteré que mi pasión por los faros quizás residía también en mi sangre. Resultó ser que mi tatarabuelo fue torrero de faros en la costa norte de España desde 1863 hasta 1904.
Aunque me enteré de este eslabón hace varios años, no fue hasta 1998 que me decidí a rastrear sus pasos, visitando los faros donde el había estado estacionado. En Setiembre de 1998, pues, mi esposa Chris y yo emprendimos un viaje por el Camino de los Faros Españoles.
Mi primer tarea fue averiguar donde mi tatarabuelo, José Anciola García de Paredes, había desempeñado sus cargos. El historiador de nuestra familia en los Estados Unidos es mi primo Carlos García Anciola. El único dato sólido del cual el disponía era que nuestro antepasado estuvo estacionado en el Faro de Avilés, lugar donde murió en 1904. A instancias de Carlos me comuniqué con una prima en Madrid, Ana Maria Anciola de Muñoz. Su esposo, Paco, es genealogista y me sugirió que contactase a mi primo tercero, Ramón Bermúdez Ochoa, quien resultó ser ¡farero!
Me sorprendió saber que tenía un pariente quien actualmente era farero, e inmediatamente le escribí a su puesto, el Faro de la Plata, sito en la costa de Guipúzcoa, en el Noreste de España. Su respuesta llego acompañada de gran cantidad de información, entre la cual había un documento que me trajo lagrimas a los ojos: el original y extenso diario de la prestación personal de mi tatarabuelo desde sus puestos varios de farero. El documento estaba escrito en su caligrafía elegante e impecable. Sus anotaciones comenzaban en el año 1863, éstas trazando sus destinos asignados como farero a través de los años. La última acotación está fechada Diciembre 31, 1899, y firmada por mano de Don José. Mediante éste documento me enteré que el había servido en nueve faros por esas costas norteñas, también conocidas como la costa Cantábrica.
Mi antepasado entró al servicio de faros inmediatamente después de ocurrir un momento de auge en la expansión de los faros Españoles. Durante 1847, el gobierno de la Reina Isabel II ordenó hacer un estudio sobre los sistemas de faros en Francia e Inglaterra y se dio cuenta de que España estaba muy atrasada en proveer faros amplios y modernos para sus marinos. La Reina entonces ordenó a su gobierno publicar un "Plan General para el Alumbrado Marítimo de las Costas de España". El plan exigía el establecimiento de un Servicio de Faros formal a nivel nacional, y un incremento en el número de faros de los existentes 20 a 120, más la instalación de los equipos de faro más modernos, incluyendo más lentes Fresnel. Esta modernización que España emprendió en 1847 es análoga a los cambios efectuados por la Junta de Faros Estadounidenses en 1852. Don José se aprovechó de este desarrollo, y, a los 26 años de edad ingresó en el centro de dicho crecimiento.
Chris y yo decidimos que nuestro viaje a España incluiría visitas a las nueve estaciones de luz donde Don José estuvo estacionado. No bastaba a nuestro plan el mero ver los faros, sino que estábamos decididos a intentar conseguir acceso al interior de los mismos para apreciar donde había vivido y trabajado. También esperábamos revisar algo de los otros diarios en que hizo anotaciones. Mi próximo desafío fue ponerme en contacto con las autoridades españolas a cargo de faros para poder hacer los arreglos necesarios.
Desde 1847 hasta 1993, el Servicio de Faros Españoles estuvo bajo la jurisdicción centralizada del Ministerio de Obras Publicas (nivel nacional). En Enero de 1993 se descentralizó la responsabilidad y fue transferida a las 27 Autoridades de Puerto regionales de España. En ese momento el orgulloso y antiguo Servicio de Faros dejó de existir como entidad. A los fareros se les ofreció la opción de ser empleados de las Autoridades Portuarias, o quedarse como funcionarios nacionales en algún otro desempeño; muchos se atuvieron a su vocación, pero otros eligieron quedar como funcionarios nacionales ya que estaban próximos a su jubilación. Las diversas Autoridades Portuarias, aunque independientes y autónomas, gozan de una voz centralizada en Madrid en los Puertos del Estado. Empecé a ponerme en contacto con las distintas Autoridades Portuarias a fin de solicitar permiso para visitar los faros norteños, y a la vez indagar si poseían información sobre mi antepasado. Después de recibir respuesta de la mayoría de los puertos, mi primo Paco se reunió con el Sr. Juan Francisco Rebollo, jefe del Centro Técnico de Señales Marítimas en las oficinas centrales de Puertos del Estado, e hizo arreglos para que yo le visitase a mi llegada a Madrid. La asistencia del Sr. Rebollo fue inestimable. El nos brindó información logística y nos preparó el terreno para visitar las estaciones.
Nuestro Camino de Faros comenzó con una visita a la Estación de Luz Faro de la Plata donde está estacionado mi primo Ramón Bermúdez. Pasamos dos noches en este faro del 1855, el cual contenía un lente Fresnel de 4to. orden. Esta era la primera vez que Chris y yo pernoctábamos en un faro aun en servicio, y, como es de suponer, fue un sueño hecho realidad.
El faro de la Plata se yergue como un castillo orgulloso, encaramado sobre un promontorio rocoso a unos 450 pies sobre el nivel del mar. El segundo día de nuestra estadía el primo Ramón nos regaló con una excursión a otros cuatro faros en la Provincia de Guipúzcoa, una de las tres Provincias que conforman la región Vasca de España. El faro Higuer (1855) es el faro más oriental de esta costa (justo al oeste de la frontera con Francia); el faro Igueldo (1855) queda en las afueras de la ciudad de San Sebastián; Guetaría (1863) y Zumaya (1870) fueron las otras dos estaciones que visitamos aquél día. Estos cuatro faros están automatizados, pero aun están mantenidos por guardas residentes. Recibimos de todos ellos unas muy calidas bienvenidas.
Dándole una despedida afectuosa al primo Ramón, continuamos rumbo oeste por la costa hasta la Provincia de Vizcaya. Visitamos la Estación de Luz del Cabo Machichaco (1852), donde fuimos recibidos por Cristina Bermúdez, una de los dos guardas residentes. El faro actual, construido en 1909, se halla en un punto algo monte arriba de la vieja torre, donde Don José estuvo estacionado en 1879. Machichaco es una importante luz costera de mar, con su bello lente de primer orden el cual posee un rango de acción de 24 millas.
Dejando atrás Cabo Machichaco, nos adentramos en la Provincia Cantábrica y visitamos el faro automatizado de Castro-Urdiales, construido en una esquina de un castillo del siglo XIV. La óptica de este faro es de curiosa y extraña apariencia, un moderno diseño Sueco consistente en lo que parecería ser filas verticales de faros de automóvil. Ese día también visitamos el Faro de Cabo Mayor (1839), localizado al borde del lindo balneario cosmopolita que es la ciudad de Santander. La torre de Cabo Mayor es una de las mas altas que visitamos en la costa, elevándose casi 100 pies y conteniendo un lente de 3er. orden. El Sr. Enrique Luzuriaga Martín, uno de los dos guardas residentes, nos dio un paseo guiado. También me dio copias de varias entradas de diario anotadas por mi antepasado cuando estuvo estacionado ahí entre 1885 y 1888. Las entradas incluían un informe sobre un incidente en el cual la luz fue reportada apagada por un par de buques navales en el momento cuando Don José comenzaba su guardia. Resultó ser que la luz en verdad se extinguió durante la guardia principal, justo antes de que Don José lo relevase. Dicho guardia principal tenía antecedentes de acciones disciplinarias y fue despedido por esta infracción. Mi tatarabuelo, en su calidad de asistente, fue multado el salario de un mes por no informar sobre el asunto a las autoridades del distrito dentro del tiempo apropiado. Cuando terminamos de revisar los diarios, Enrique nos presentó a su esposa Isabel, y a su hija Maria de siete años. Disfrutamos de un vaso de vino en su casa y después nos acompañaron a cenar a la ciudad.
A la mañana siguiente Enrique hizo arreglos para llevarnos en lancha de la Autoridad Portuaria a la Estación de Luz Santander (1860) en la Isla de Mouro. Mi antepasado estuvo estacionado en este árido y rocoso islote 5 meses durante 1885, justo antes de ser trasladado a Cabo Mayor. Después de esta visita a esta estación desolada pude entender por que se quedó tan poco tiempo. La linterna de esta torre fue desmontada en la década de 1980, pero sigue siendo un socorro vigente para la navegación.
Nos despedimos de nuestras nuevas amistades y proseguimos rumbo oeste hasta la Provincia de Asturias, deteniéndonos a inspeccionar el faro atendido de San Emeterio (1864), el cual está montado al borde de un acantilado vertical, de unos 225 pies. También visitamos el faro automático de Tazones (1864), donde Don José estuvo estacionado un mes en el año 1889. Tazones es una estación con un lente de 6to. orden muy bien conservada. Tiene un único y ornato vitral en una pared de la torre. Después de un placentero paseo nocturno adentrándonos en el interior de la zona a fin de ver sus altos picos montañosos (e ir en teleférico a la cima), volvimos a la costa y visitamos el Faro Cabo Peñas (1853). Mi antepasado estuvo estacionado aquí durante 1888-1889. En la segunda década del siglo presente se llevaron a cabo extensas reparaciones en la vivienda del guardián, obligando éstas a reemplazar la vieja torre. Los cimientos de la vieja torre y vivienda están aun visibles. El guarda residente, José Luis García, ha investigado la historia de su faro. Reconoció el nombre de mi tatarabuelo y me mostró varias de sus entradas al diario y una foto de la estructura original.
Las próximas tres estaciones que visitamos fueron las mas cercanas al pueblo de Paredes, situado al interior de la costa, donde creció mi tatarabuelo y donde residió su familia mientras el se desempeñaba como farero. La propiedad ancestral aún le pertenece a la familia. Pasamos un lindo fin de semana en la casa, construida en 1904 por José Anciola, hijo del farero. El faro de Avilés (1863) es la estación más oriental de las tres y fue la última de Don José. Murió allí en 1904 a los 68 años, habiendo servido tres años en ésta estación. En total prestó servicios durante 41 años al Servicio de Faros.
Después de un día de descanso en la casa ancestral, mis primos Mari Carmen y Gerardo Guisasola y su hijo Juan, nos acompañaron a visitar el faro automático de Luarca (1862), que queda en un acantilado desde el cual se vislumbra el pintoresco puerto del pueblo. Queda justo al lado de un cementerio y una preciosa iglesia blanca. Don José Anciola pasó mas de siete años en esta estación entre 1889 y 1897, el destino mas prolongado de su tiempo al servicio de las estaciones de luz. Desde Luarca podíamos ver Cabo Busto (1858), la próxima parada en nuestro itinerario. Mi antepasado estuvo estacionado aquí tres veces, - en total casi seis años (1863, 1873-77 y 1880-82). Ahí en Cabo Busto, nuestro guía a los tres faros, José Manuel, prendió la luz y la maquinaria rotativa del lente de 3er. orden, haciendo el deleite de mis parientes.
Al día siguiente seguimos viaje hacia el faro más occidental de Asturias, el cual queda en el pueblo de Tapia de Casariego. El faro de Tapia (1859) queda en una islita unida a tierra firme mediante un pequeño puente a duras penas del ancho de un pequeño auto. Nos estacionamos en tierra firme, y atravesamos el puente a pie, para ser recibidos por el farero Orlando García Sánchez y su esposa Conchita. Después de mostrarnos el faro (lente de 3er orden) nos enseño el equipo computarizado mediante el cual monitorea y controla todos los faros de Asturias Occidental. Se nos permitió entonces revisar los diarios del faro de Aviles que un par de años antes, Orlando había trasladado a Tapia. Hallé dos entradas clave: el día en el cual mi tatarabuelo se hizo cargo del faro como Farero principal, y el día de su muerte. La entrada fechada 25 de Abril de 1904, fue escrita por el guarda asistente y rezaba, "Comunicándole haber fallecido el torrero encargado de ese faro- Don José Anciola,- y haciéndome cargo del servicio del mismo". Estas eran las dos fechas que me faltaban para completar los diarios de servicio de mi antepasado. Luego Orlando y Conchita nos invitaron generosamente a un delicioso y pausado almuerzo de frutos de mar en un pueblito pesquero de la vecindad. Habíamos entablado nuevas amistades en nuestro Camino de los Faros.
Continuando rumbo oeste llegamos a la Provincia de Galicia y nos dirigimos hacia el Faro de Estaca de Bares (1850), donde Don José estuvo estacionado entre 1897 y 1901. Estaca es uno de los faros más importante de la costa gallega. Queda sobre un cabo en extremo ventoso y está rodeado por un terreno experimental de generadores de viento. Llegamos justo antes de la puesta del sol a buena hora aún para que Eugenio, uno de los dos guardas nos diese una excursión y nos mostrase los viejos diarios de servicio. El otro guarda, Mercedes, me había mandado previamente varias páginas del diario escrito por mi antepasado. Le dimos las gracias a Eugenio por su calida hospitalidad y partimos rumbo hacia La Coruña a pasar la noche. Teníamos cita en la mañana siguiente para visitar el último faro de nuestra expedición, el más antiguo del mundo aun en operación; La Torre de Hércules.
La primera Torre de Hércules fue construida durante el siglo II por los romanos. Estos reconocieron la importancia estratégica del puerto de La Coruña (o Brigancia, como se llamaba entonces) para facilitar el comercio marítimo con el Norte de Europa. Para alimentar las hogueras de su altura, bestias de carga izaban maderos por medio de una rampa espiral. Los romanos usaron el faro hasta la caída de su Imperio en el siglo V. Aquel quedó abandonado hasta el siglo XVIII cuando nuevamente floreció La Coruña como puerto marítimo. Entre 1788 y 1790, se modificó la torre anexándole una pared exterior que circundaba la estructura original Romana, y así está hasta el día de hoy.
A los visitantes se les permite subir la torre de granito con su elevación de 160 pies, hasta la balconada, que queda justo debajo del faro, al cual no se permite acceso. Nuestro recorrido comenzó por unas excavaciones en la base de la vieja torre Romana y prosiguió entre antiguas bóvedas donde se guardaba la madera. Emilio, el guía de la Autoridad Portuaria, nos mostró en forma privada la linterna, gozando así al ver el lente Fresnel de 3er. orden y las vistas de 360 grados espectaculares a 350 pies sobre el nivel del mar.
La costa norte de España con escarpados acantilados y promontorios cerca de la orilla del mar y una cadena montañosa en el interior, se asemeja a la costa Occidental de los Estados Unidos. La mayor parte de los faros que visitamos quedan entre 200 y 400 pies sobre el nivel del mar. Por lo tanto la mayoría de las torres son pequeñas, con la excepción de la torre de Cabo Mayor y la Torre de Hércules. Todos los faros están automatizados, pero cada Autoridad Portuaria maneja el mantenimiento mediante guardas o asistentes según estimen conveniente. Por ejemplo, todas las cinco estaciones de Guipúzcoa están bajo la responsabilidad de la Autoridad Portuaria de Pasajes, y todas tienen personal fijo. En contraste, solo dos de los siete faros en Asturias occidental - bajo la responsabilidad de la Autoridad Portuaria de Avilés - tienen personal residente. Estos guardas mismos atienden el mantenimiento de los otros cinco faros de la región.
Como dijo mi esposa Chris, todo el viaje fue como un sueño. Visitar faros es siempre muy grato para nosotros. Visitar faros en el extranjero es algo muy especial. Pero visitar los faros donde mi tatarabuelo estuvo estacionado y trabajó, fue una empresa muy emocionante. Poder entrar a las linternas donde el recortó las mechas y leer sus anotaciones en diarios del siglo pasado, es una experiencia que siempre atesoraré. Igual de estimulante fue compartir esta experiencia con mi esposa, mi familia en España, y mis padres y primos en Miami. Pero creo que lo que más recordaré son los fareros que conocimos en el Camino de los Faros, su increíble hospitalidad, calidez y trato amistoso. Ellos fueron los que le prestaron vida a los faros y lograron hacernos apreciar la rica historia de estos, tan especiales, y los sacrificios hechos por los guardas del pasado, incluyendo a mi tatarabuelo, Don José Anciola.
Por Henry González
(traducido de inglés por José Luis González)