El Camino de Santiago en Mountain Bike


ETAPA 8 (13/09/2004): PORTOMARÍN - SANTIAGO (97 Km)

         Nos levantamos a las 7:00, no he dormido muy mal para haberlo echo en el suelo, pero he tenido frío, no sé si no empezaré yo también con catarro, Juan sigue hecho polvo por culpa del suyo, cada vez mas moquera y tiene mucha congestión. Nos vestimos y recogemos todo, es la última vez que tengo que juntar la ropa de salir por un lado a una bolsa, la de ciclista por otro a otra, la ropa sucia a otra, guardar las chanclas en otra, los tenis de salir en otra, etc, y luego todo a la mochila, repartir el peso y guardar las cosas pequeñas por los bolsillos, en fin creo que echaré de menos este trajín.

         Ya había ciclistas afuera acabando de colocar las mochilas en las bicis y preparándose para salir, hicimos lo propio, antes de salir fuimos a desayunar a una cafetería que estaba allí cerca. Salimos de Portomarín a las 9:00, como Julio tiene un reventón en la cubierta de la rueda delantera no podemos, de momento, coger el Camino para no agravarse el problema.

         Rodamos durante 27 Km por carretera, hasta Palas de Rei acompañando a Julio, lo único destacable fue la subida a Ventas de Narón, hoy nos encontramos pletóricos yo he recuperado todas las fuerzas y ruedo como una moto. No sé si es la cercanía de Santiago lo que nos hace volar en las bicis, incluso la subida la hacemos a un ritmo envidiable, aunque vamos por la carretera no echamos de menos el Camino pues desde Portomarín es un andadero que corre paralelo a la carretera y que vamos contemplando todo el tiempo, así como los peregrinos que lo transitan, solamente llegando a Palas de Rei abandona la proximidad de la carretera para adentrarse en el interior.

         En Palas de Rei nos tomamos un cafetín y me acerco al concello a sellar las cartillas, es tal el mono que tenemos Juan y yo del Camino y lo que nos aburre la carretera, ¿quien me lo iba a decir cuando empecé en Roncesvalles?, que quedamos con Julio en que él iba por carretera y nosotros por el camino hasta Melide y allí él arreglaba la rueda y nos veíamos en el albergue. Nos separamos, Juan y yo tomamos el camino y Julio la carretera, el reencuentro con el camino fue maravilloso, de nuevo las pistas de tierra, las corredoiras sombrías entre árboles, las murallas de piedra a los bordes del Camino, las aldeas y sobre todo la PAZ, sin coches y sin camiones, la visión de los peregrinos caminando volvía a ser gratificante.

         En Melide nos reencontramos con Julio en la puerta del albergue, ya había arreglado la rueda, nos tomamos unas Coca-colas y unas barritas energéticas para seguidamente salir a toda pastilla hacía Arzua, Julio iba contento de reencontrarse con el Camino después de tres días, desde que lo dejamos el viernes en Virgen del Camino, insisto en que íbamos como motos la fuerza, la motivación, las ganas, todo acompañaba y circulábamos de tal forma que a ese paso estaríamos en Santiago a las 16:30.

         Es increíble lo saturados que están los albergues en el Camino gallego, en todos los albergues por los que íbamos pasando había unas colas increíbles para coger sitio, los peregrinos madrugan mucho para hacer la etapa pronto y estar a las 11 en el albergue a coger sitio,  los ciclistas ya no tenemos nada que hacer, ya que llegamos los últimos, aprovechamos más el día y ya no quedan sitios.

         Al llegar a Arzua paramos en un FROIZ a coger los bocatas, nuestros últimos bocatas en el Camino. Nos comimos los bocatas en la calle, sentados en un banco junto al albergue de Arzua. Nos vamos a tomar un café, Juan no está de muy buen humor ya que le está martirizando el catarro que tiene, y al salir se me ocurre preguntar si paramos en el monte do Gozo, Juan responde que de parar nada de nada, que él no para más, ya que cada vez que se detiene se enfría y empeora el catarro, hasta Santiago sin detenerse para nada, dijo. Esas palabras de Juan provocaron en mi un malentendido que me costo caro, eran las 14:30 y nos quedaban 38 Km para Santiago; podíamos llegar perfectamente a la misa del peregrino a las 18:00,  de por si podíamos estar a las 16:30 pero el destino nos jugó una mala pasada el último día.

        Salimos de Arzua, pronto Juan se puso a tirar con un buen ritmo, Julio se puso a su rueda, yo no quise forzar la rodilla, sin calentar antes, y mantuve un ritmo un poco más suave mientras iba cogiendo calor. Bastaron unos cuantos descensos por zonas de mucha piedra, donde yo bajaba con más precauciones, y un par de subiditas para perderlos de vista. Yo seguía tan tranquilo confiado en que iban delante, los Km pasaban y no los veía, yo había salido dos veces a la carretera, por que el Camino la cruza varias veces y cambia de margen y me había extrañado que no esperaran en esos cruces, entonces apreté el paso y empecé a correr a toda pastilla, yo era consciente de ir bien ya que iba viendo las señales del camino y los mojones que cada 500 metros te dicen lo que queda a Santiago y por tanto no me sentía perdido pero no sabía lo que estaba pasando.

        Después de varios Km ya me asaltó la inquietud, empecé a pensar que no podía ser que fueran delante por que si no me hubiesen esperado, pero por otro lado yo no creía que hubiera podido salirme del Camino y por tanto no los había visto retroceder por él, recordé las palabras de Juan de no detenerse por nada y pensé que lo correcto era avanzar ya que ellos estarían haciendo lo mismo. Reanudé la marcha pero ya no era el mismo, perdí la motivación y el ansia de pedalear que traía y desde ese momento me conduje por el Camino con lentitud. Cuanto más avanzaba mas dudas asaltaban mi conciencia, empecé a pensar que se hubieran perdido, pero me tranquilizaba que iban dos y llevaban móviles, lo que para desgracia mía no llevaba yo, por que el mío lo llevaba Juan en su mochila ¡maldita circunstancia que lo hubiera arreglado todo!. Empecé a pensar que uno de ellos se hubiera caído fuera del camino, yo no sé todo lo que me pasaba por la cabeza. El día iba empeorando y amenazando lluvia, hacía frío y pensé que no podía haber tenido peor final nuestra aventura.

        Con estos pensamientos aquí resumidos, pero que aquel día me duraron más de dos horas de comerme el coco, llegué completamente roto al monte do Gozo, dejé la bici atada a la puerta y entré a preguntar, unos peregrinos que andaban por abajo me decían que no los habían visto, yo ya estaba desesperado no sabía que hacer por que en el Obradoiro estaban nuestras familias esperando por nosotros, en esto los vi aparecer por la puerta a unos 100 metros de mí, yo no sé lo que me pasó por la cabeza al verlos, pero toda la inquietud y la preocupación se desataron de golpe, me puse a gritarles que demonios habían hecho, estaba sacudido por una crisis nerviosa, ¡lo había pasado fatal!, Juan me abrazó y yo hice lo mismo, me tranquilicé al instante por que podía más la alegría de haberlos encontrado, más bien me encontraron ellos a mí, y que estuvieran bien, que cualquier otra cosa, sentí mucho que rematáramos la faena con un disgusto como aquel pero yo creo que se nos paso en cinco minutos, sobre todo por que Julio enseguida sacó la camiseta de Asturias que la tenía reservada para entrar en Santiago con ella puesta y yo recordé que había traído también para este momento, en una bolsa precintada con cinta adhesiva para evitar que entrara agua, mi camiseta del Atlético de Madrid, la saqué y me la puse.

        De esta guisa y más alegres nos lanzamos a toda pastilla hacía Santiago, ahora si que volábamos de nuevo, estábamos felices, los malos momentos ya quedaban en el pasado, solo importaba que estábamos en Santiago, a punto de entrar en la plaza del Obradoiro y de conseguir el objetivo por el que habíamos salido 8 días atrás desde Roncesvalles, en Navarra, y cruzamos todo el país en bicicleta. Yo creo que éramos los más veloces, ni coches ni nada, gritábamos seguido ¡venga!, ¡venga! ¡ahí está! ¡llegamos! Y de repente entramos, por una esquina de la plaza, al interior del Obradoiro, levantamos los brazos y gritamos ¡lo hemos conseguido! Y dimos varias vueltas en redondo ante la atenta mirada y la sorpresa de los turistas ya que no parábamos de gritar, eran las 17:30 y ¡LO HABIAMOS CONSEGUIDO!.

        Nos reunimos con nuestras familias, que nos salieron al encuentro, nos abrazamos y nos hicimos las presentaciones, nos fotografiamos delante de la catedral  y nos abrazamos de nuevo. Juan y yo, acompañados de Marisol e Isabel, fuimos a la misa del peregrino, Julio se quedó afuera con su familia, yo tenía curiosidad por ver el botafumeiro funcionando, ya que nunca lo había visto.

        A la salida de la catedral nos reunimos con Julio y fuimos a la oficina del peregrino a recoger "las compostelas", nuevamente nos fotografiamos juntos, con ellas en la mano, cuando salimos a la calle. Finalmente llego el momento de las despedidas, nos dimos un abrazo con Julio y quedamos emplazados tanto en Asturias como en Ferrol, nosotros sabemos de un amigo en Asturias y él de dos en Ferrol, ¡ha sido un gran compañero de viaje!.

         Cogimos las bicis y fuimos hacía donde nuestras mujeres dejaron los coches, pero aún quedaba una sorpresa por venir, oímos unos gritos y al volvernos vimos venir hacía nosotros al italiano de Logroño ¡increíble! ¡que final para esta aventura!, nos abrazamos y nos contó que había llegado por la mañana, nos hicimos una foto de recuerdo y nos despedimos emocionados por aquel encuentro ¡hasta siempre amigo! ¡forza Italia!.

         Tomamos un café juntos, Juan, Marisol, Lidia, Isabel, Alex, Laura y yo, pagamos con lo último que quedaba del bote que habíamos hecho para el viaje y que había llevado yo todo el tiempo, pagando en todos los lados. Nos quedaban 17 días de vacaciones y había que aprovecharlos, pero ha sido impresionante, hemos hecho 827 Km en 8 días y consumido 10782,5 calorías. Nos despedimos con un abrazo y dimos por concluida nuestra gran aventura, el se quedaba en Santiago hasta el día siguiente y yo marchaba para Mugardos con mi familia.