El Camino de Santiago en Mountain Bike


ETAPA 7 (12/09/2004): VEGA DE VALCARCE – PORTOMARÍN (83 Km)

         He pasado frió esta noche, he vuelto a tener el mismo problema de otras noches, el saco es muy caliente y si lo tengo abrochado paso calor, entonces lo desabrocho, saco los brazos afuera y entonces paso frio, en estas maniobras se pasa la noche y duermo regular.

         Juan ha amanecido con un catarro tremendo, ya ayer se acostó un poco tocado pero hoy ha amanecido claramente acatarrado y tiene una moquera considerable. Mirando por allí, por que parecía que había corriente, Juan comprobó que habíamos dormido con dos ventanas abiertas, una en cada lado de la estancia, y que tapadas por las cortinas nos pasaron desapercibidas, ¿cómo no iba a hacer frío y pillar Juan aquel catarro? ¡vaya faena!. Nos hemos vestido, recogido todo en las bolsas y a su vez estas en las mochilas, cuando hemos bajado solo está en el albergue la pareja vasca, es lógico siempre salen los últimos los que van en bici. Hemos desayunado juntos, amenizados también con la charla de Félix, pan tostado con mantequilla y mermelada, galletas y café con leche, pagamos 5 € por los dos.

         Nos fuimos al patio a preparar la bici y aún charlamos un ratito con los vascos, nos dijeron que así cualquiera ¡con unas Orbea!, nos despedimos de ellos y salimos, no sin antes tener yo una caída tonta en el mismo patio al enganchar los pies en los pedales automáticos, ¡vaya comienzo!, eran las 9:30 cuando emprendemos la subida al Cebreiro, Félix nos dijo que subiéramos por carretera hasta la Faba y que allí cogiéramos el camino hasta O Cebreiro, así que cogimos la carretera y empezamos a subir.

         Pronto se hizo patente que aquella subida no iba a ser un paseo en bici, la subida se fue endureciendo poco a poco empecé con el plato pequeño y el quinto piñón, al cabo de un poco ya bajé al cuarto, aguanté bastante con este desarrollo pero la pendiente seguía endureciéndose y acabé bajando al tercero, subí otro buen rato así pero a base de empuje, ya que las piernas me estaban diciendo que aquello ya empezaba a ser una pasada, baje al segundo cuando ya era evidente que lo iba a pasar mal y de repente me encontré con unas rampas de una dureza increíble que me obligaron a meter el último piñón y ya no levante cabeza en toda la subida, fue pedalear como pude con todo el desarrollo metido y sufriendo como un cosaco.

         En ningún sitio vimos el cartel indicador a la Faba así que seguimos y seguimos hasta llegar a Piedrafita do Cebreiro, allí cogimos el desvío que seguía en ascenso hasta la aldea de O Cebreiro, punto final de la subida, Juan primero se distanció, como siempre, y me esperó antes de entrar en Piedrafita. En la continuación de la subida hasta O Cebreiro se volvió a distanciar y ya no lo vi hasta el mismo alto de O Cebreiro, donde me esperó antes de entrar en la aldea. La subida a O Cebreiro fue terrible, me agotó bastante y condicionó mi marcha el resto del día convirtiendo esta jornada en una parecida a la primera, cuando salimos de Roncesvalles, una agonía, finalmente no vimos el letrero de la Faba y en vez de hacer 8 Km de Vega de Valcarce a O Cebreiro por el Camino, hicimos 18 Km por la carretera ¡mira que gracia hicimos!, el dato de la dureza de este recorrido fue que tardé 2:15 horas en hacer estos 18 Kilómetros ¡una pasada!.

         O Cebreiro parecía un mercadillo, y estaba lleno de autocares de los que bajaban grupos numerosos de excursionistas, sobre todo de la tercera edad, había que abrirse paso a base de solicitarlo en voz alta y la gente nos miraba como un espectáculo más de la aldea ¡mira, mira, son peregrinos!. La aldea es muy bonita pero no me gustó en lo que se había convertido, un autentico circo; fuimos a sellar a la iglesia y nos pusieron un sello precioso, el más bonito del Camino. Hemos tomado un café y seguidamente escapamos de aquel alboroto. El recorrido continua con un pequeño tramo de carretera para enseguida entrar en las corredoiras gallegas, senderos empinados y llenos de piedras, ramas y cuantas dificultades se pueda imaginar para complicar el rodar de las bicis.

        Pronto iniciamos la subida al alto de Poio, otra dura experiencia, una pista corta pero muy trialera y empinada, para a continuación iniciar la larga bajada hasta Triacastela. La bajada es complicada conviene no despistarse de lo que se va haciendo ya que es siempre por caminos donde cuando uno menos se lo espera aparece una piedra gorda, una raíz que sobresale del suelo, piedras sueltas o cualquier otro elemento que puede hacernos dar con los huesos en el suelo, los frenos hay que tenerlos a punto ya que durante bastantes kilómetros no se sueltan del todo, yo acabé con los brazos y manos dormidos en muchas ocasiones de la tensión de las manetas, pero si no aprendí algo de Mountain-bike ya no aprendo nunca, ¡que pasada de bajadas!, otro inconveniente, desde que entramos en Galicia, son las vacas o mejor dicho las bostas de vaca, todas estas corredoiras por las que circulamos también son los senderos habituales por los que se mueven las vacas y están llenos de bostas, es muy difícil escapar de todas y siempre vas enganchando alguna, al final llevas las piernas, la bicicleta y hasta el bidón de agua, manchadas de este desagradable elemento.

        En Triacastela paramos a comprar en un supermercado, comimos a la puerta del albergue del pueblo, donde por cierto sellamos, ya que había unos bancos a la sombra de unos frondosos árboles y se estaba muy bien. A la salida de Triacastela seguimos bajando por corredoiras imposibles, pero desde luego hay que reconocer que la Galicia del interior es impresionante, su vegetación exuberante, sus ríos, sus valles, los pueblos y aldeas perdidos en las laderas de los montes que cruzamos, poblados de cuatro casas viviendo de las vacas y que no aparecen en ningún mapa pero que existen y son increíbles, llegamos a un punto en que tenemos que elegir entre coger a la izquierda e ir por carretera a Sarria pasando por Samos o bien a la derecha por senderos y corredoiras hasta Sarria por el interior, Juan no lo duda y coge a la derecha, lo que vino a continuación fue un revivir el primer día, de nuevo sube y baja continuamente sin descanso, ahora empuja, ahora sube, ahora frena seguido para no ir contra el suelo, piedras y piedras, e incluso vadear pequeños arroyos, esta zona denominada San Xil casi acaba conmigo, yo no sé la cantidad de caseríos y pequeñas aldeas que cruzamos por el interior de Lugo.

        Después de San Xil subimos el alto de Riocabo, ya me parece reiterativo lo de decir otra dura prueba pero es verdad ¡qué le voy a hacer!. La bajada de Riocabo es un tobogán pero lleno de tramos trialeros donde si no andas atento te das una buena torta y eso me pasó un par de veces, cuando acabamos la etapa el computo final de nuestra liguilla particular de caídas era ya de 8-3, a mi favor ¡claro esta!, hay que andar fino para bajar por esas corredoiras a esa velocidad, aguantando de los frenos e inmersos en un continuo botar por las irregularidades del terreno, las bicis se portaron de primera.

        Llegamos a Sarria y subimos a la parte alta en busca del albergue, donde sellamos, y un poco más adelante nos tomamos un café, afuera hay una fuente donde nos lavamos, nos quitamos el polvo y los restos de bostas, llenamos los bidones e incluso yo lavo el casco por que Juan me dice que es una guarrada el casco que llevo, todo lleno de barro, ¡pues es verdad!, no lo puedo negar, el casco habla por sí solo. Salimos de Sarria camino de Portomarín, ya llevamos 68 Km y voy mas cansado que algunos días de atrás con 100 Km.

        El trayecto de Sarria a Portomarín es un calco de lo anterior, es una continua sucesión de aldeas, establos, casas de piedra, corredoiras y cruceiros. Las corredoiras son en su mayoría de piedras y a veces es necesario, por lo menos para mí, caminar con la bici empujando y no intentar vencer las grandes irregularidades de estos caminos para vacas; pero insisto en que la belleza de esta Galicia interior cautiva. Por fin llegamos a Portomarín y a su puente sobre el Miño, lo cruzamos y la población nos recibe con una considerable subidita hasta la parte alta, donde se encuentra el albergue, en el albergue no había plazas y yo estaba demasiado cansado, después de 83 Km rompepiernas, para seguir por lo que la única alternativa posible es dormir en el polideportivo.

        Llegamos al polideportivo, que por fuera es un precioso edificio de piedra que nunca imaginaría que alberga una pista deportiva, entramos y un ciclista que estaba reparando la bici nos dice que hay una señora encargada de aquello a la que hay que dar un euro por abrir las duchas pero que ahora no estaba y lo demás es simplemente cogerse una colchoneta y buscarse un sitio en la pista donde tumbarse. Dejamos las bicis amarradas con la cadena, a una canasta de baloncesto, en la entrada; entramos en la pista, con las mochilas y los sacos, cogemos una colchoneta cada uno y nos vamos a una esquina, en aquel momento no habría mas de 12 peregrinos dentro y unas 6 bicis en la entrada, llegaría a haber más de 15 bicis y unos 30 peregrinos durmiendo en la pista por la noche.

        Nos sentamos, con paciencia, a esperar por la señora para ducharnos; después de un rato Juan se desespera y sale afuera mientras yo me quedo sentado en la colchoneta esperando, aquí ocurrió lo inesperado, la sorpresa del día y fue que apareció Juan de vuelta acompañado de Julio, ¡no lo podía creer!, lo dejamos hace dos días en Virgen del Camino con su mujer y ahora nos aparece en Portomarín, una vez pasada la sorpresa inicial y la tremenda alegría de verlo y de plantearnos entrar en Santiago los tres juntos, nos cuenta su aventura.

        No descansó   el Sábado como tenía pensado, pasó con su mujer la tarde del viernes y la mañana del sábado, hasta las 11:00, a esa hora arrancó de nuevo de Virgen del Camino, donde le habíamos dejado el día anterior, ya le podía más que otra cosa el gusanillo del camino y tenía esperanzas de alcanzarnos para entrar juntos en Santiago, pedaleó siempre por carretera para avanzar más rápido hasta Cacabelos, donde durmió el sábado, había intentado hacer la bajada de la cruz de ferro por el Camino pero tuvo un reventón en una rueda que le condicionó aún mas a venir por carretera ya que tenía miedo de que no aguantara el remiendo que hizo en la cubierta con cinta americana. El domingo por la mañana salió de Cacabelos y siguió por la carretera a toda pastilla, el hecho de venir por carretera, que le hizo avanzar mucho, y un mas que afortunado azar que le hizo parar en Portomarín propició de nuevo nuestro encuentro, para alegría de los tres.

        Julio cogió una colchoneta y se colocó junto a nosotros, por fin apareció la  señora y tras pagar un euro, cada uno, nos abrió para ducharnos, las duchas eran muy cutres pero estábamos limpios y alegres, menos Juan que no podía olvidar su tremendo catarro, que iba a más. Salimos a dar una vuelta y lo primero fuimos a tomar unas cervecitas, estábamos sedientos y hacía calor, buscamos una farmacia y compró Frenadol, seguidamente fuimos a dar una vuelta para ver el pueblo y hacernos unas fotos.

        Fuimos a cenar, muy cerca de la plaza donde se encontraba el polideportivo, el concello y la iglesia, cenamos espaguetis, ternera asada con arroz blanco y natillas por 7,5 €. Regresamos al pabellón, ya hay un buen número de bicicletas en la entrada y bastante gente dentro, los más rezagados ya no han pillado colchoneta, y nos disponemos a dormir pero antes escribo la crónica del día con la libreta en el suelo ¡MAÑANA A SANTIAGO!