ETAPA 6 (11/09/2004): HOSPITAL DE ÓRBIGO – VEGA DE VALCARCE (118 Km)

         Para mí fue sin duda la etapa reina del Camino, la primera etapa me encontré falto de fuerzas, a pesar de hacer 81 Km, y fue la de toma de contacto, la segunda y la tercera fueron un tanto desagradables por el agua, que además nos hizo hacer bastantes kilómetros por carretera dado lo impracticable del Camino, pero sirvieron para coger forma, la cuarta y la quinta fueron etapas de rodar muy bien, de hacer muchos kilómetros y consolidar lo conseguido físicamente. Así llegamos a esta etapa, yo siempre había estado obsesionado con la cruz de ferro y hoy era el día en que había que subirla y atravesar los montes de León, yo siempre había puesto en la planificación de esta etapa la llegada en Ponferrada, ya que me parecía una etapa muy dura, pero lo que hicimos hoy me pareció increíble. Me sentí superior en la bici, como si pudieran echarme lo que quisieran, física y mentalmente estaba en la cresta de la ola, con mucha fuerza, con ganas de pedalear y de apretar los dientes y sacar humo a la bici aún después de 100 Km rodados, en todo lo que llevo andado, desde que practico ciclismo, nunca me sentí, ni pedalee como este día.

         Nos levantamos a las 7:30, yo estaba pletórico, había dormido toda la noche de un tirón, no sé si fue la Dormidina, el cansancio acumulado o las magníficas instalaciones del albergue, pero el caso es que por fin dormí. Después de vestirnos y recoger todo bajamos a desayunar, tomamos un magnifico desayuno compuesto de café con leche, pan con mermelada y mantequilla, galletas, zumo y fruta variada.

         Arrancamos a las 8:30, llegamos al cruce donde nos detuvimos el día anterior, a la salida de Hospital de Órbigo, y naturalmente, tomamos el Camino malo, el de las pistas trialeras. Avanzamos en dirección a Astorga por una senda sembrada de piedras y con algunos puntos donde había que hacer alguna virguería con la bici para pasar. Llegamos a Astorga y fuimos directamente en busca del albergue para sellar, nos tuvimos que enfrentar a unas cuestas con bastante pendiente para subir hasta la parte alta de la ciudad, donde se encontraba. Después de sellar las cartillas cruzamos el casco urbano pero no encontrábamos la flecha amarillas por ningún sitio, Astorga no está muy bien señalizado y es fácil perderse. Por casualidad desembocamos en la plaza donde se encuentra la catedral y el palacio arzobispal, obra de Gaudí, contemplamos estas maravillas y dejamos la catedral a la izquierda para dirigirnos a la antigua N-VI en busca de la cafetería Madrid, de donde parece ser que sale el Camino desde Astorga, llegamos al cruce de la nacional con la carretera de León y en la gasolinera, primero nos equivocamos y tomamos a la derecha pero despues de preguntar retrocedimos y tomamos a la izquierda, recorrimos 50 metros y en la esquina de la cafetería Madrid cogemos a la derecha la carretera que nos llevará a los montes de León.

        Enseguida las flechas amarillas nos sacan del asfalto para meternos de nuevo en pista de tierra, cruzamos un pequeño pueblo con la calle adoquinada donde paramos a llenar los bidones en una fuente y a escasos metros había un bar con varias mesas montadas en la calle y llenas de peregrinos que al pasar nos desearon suerte, durante este trayecto hasta pasar la cruz de ferro vimos muchísimos caminantes.

        El Camino era una sucesión de pistas de tierra y andaderos que corrían paralelos a la carretera, por la que pocas veces pasaba un coche y a la que daban ganas de salirse por la cantidad de caminantes que dificultaban nuestro paso por los andaderos, cruzamos el Ganso, donde a la entrada nos vimos rodeados de un rebaño de ovejas que dificultaba nuestro avance, me tuve que detener y esperar a que terminaran de pasar, un poco más adelante Juan pinchó por cuarta vez y a la puerta de una especie de salón del Far-West, hecho para paradas de  peregrinos, reparó de nuevo la condenada rueda trasera, aunque esta vez se lo tomó un poco mejor que en la entrada de Mansilla de la Mulas donde casi se la come, una vez que se la inflé seguimos adelante.

        Llegamos a Rabanal del Camino, desde Rabanal se combina la carretera, muy poco transitada de coches y mucho de caminantes, con senderos entre bosques de encinas con muchos troncos de árboles cortados sobresaliendo del suelo y hay que hacer maravillas para pasar entre ellos esquivándolos, subir y bajar los badenes que hace el sendero y no engancharse con la mochilas en ningún sitio ya que es estrecho el paso, paramos un momento junto a una alambrada por que me he caído al tropezar con un tronco cortado, no ha sido nada, pero aprovecho para beber y tomar dos barritas energéticas en previsión de lo que nos viene encima, hasta ahora esta siendo un recorrido precioso, entretenido, variado y también durillo.

        Cruzamos el pueblo en ruinas de Foncebadón e iniciamos el ascenso hasta los 1500 metros que marca la cumbre donde se encuentra la cruz de ferro. Iniciamos la subida y pronto dejo de ver a Juan, es un sendero de tierra, en zonas estrecho, en otras más ancho, muy pedregoso, con rocas sobresaliendo de la superficie y en sitios piedras sueltas que hacen patinar la rueda, de rampas exigentes y otras menos, pero en general una subida muy larga y dura, la mayoría de los ciclistas observo que la hacen por carretera, nosotros nos hemos metido al Camino y me he propuesto llegar hasta arriba sin echar el pie a tierra, pronto tengo que apretar los dientes, las piernas me duelen en cada pedalada y el aire me falta en los pulmones, pero voy avanzando.

        Llegamos a la cumbre y allí junto a la cruz de ferro, el más mítico de los monumentos del Camino, nos abrazamos, mucho le debo a Juan haber llegado aquí y por ello agradezco, en lo que vale, la suerte de que sea el compañero de este viaje, con otro seguramente habría subido por la carretera, muy duro y penoso también, pero no creo que sintiera la sensación de poder y gloria que sentí por hacerlo por el camino y eso se lo debo a él, ¡gracias amigo!.

        Después de fotografiarnos en la cruz, dejar dos piedras en el montón y clavar el pin de nuestra empresa, la Autoridad Portuaria de Ferrol – San Cibrao, en el mástil de madera, iniciamos el descenso. El descenso fue apasionante, el sendero era solo para cabras, yo dudo que el Camino fuera por allí, más bien pienso que ya podíamos con todo y donde veíamos una corredoira por ahí nos metíamos, estrecho, pedregoso y muy complicado. Llegamos al Acebo, un pueblo precioso de montaña, todo de casas construidas en piedra y de calles con calzadas empedradas, localizamos una tienda, la de Josefina, y paramos a comer.

        Tomamos los bocadillos en el exterior, de tertulia con una señora francesa muy afable y que estaba haciendo el Camino a una semana cada año, nos comimos una manzana del manzano de Josefina y un peladillo, los peladillos han sido una fruta que generalmente hemos tomado todos los días por su alto contenido en agua y azúcar, hasta nos permitimos un cafetín allí, sentados en un banco de madera, apoyados en un muro de piedra al sol. Finalmente hubo que continuar pero antes cogí el sello de Josefina y lo planté en nuestras cartillas, era un recuerdo, nos despedimos de ella y de su marido y proseguimos nuestro Camino a Santiago.

         La bajada hasta el llano seguía por la carretera, era un alucine, bajábamos a una velocidad de vértigo, con los chubasqueros puestos ya que había una neblina húmeda, como orvallando, que mojaba y hacía frió; el paisaje de los montes de León me ha impresionado, valles y quebradas de una belleza increíble, ¡volveré por aquí, no lo dudo!. Desde aquí, hasta el final de la etapa, me cuesta trabajo recordar los detalles y las cosas que vimos pero es que fuimos, como decimos en Galicia, ¡a carajo sacado! hicimos un derroche físico espectacular que se plasmó en un rendimiento sobre la bici muy bueno.

        Cruzamos Molinaseca y llegamos a Ponferrada, cruzamos sus calles, pasamos por delante de un castillo a toda pastilla y eso que era cuesta arriba, pero nos dio tiempo a ver su espectacular entrada con un arco de piedra muy bonito, nos metimos en una urbanización de casas de planta baja, calles arboladas y tranquilas, y salimos del pueblo hacía Villafranca del bierzo.

        El camino combina carreteras locales, que atraviesan pequeños núcleos de población, con pistas de tierra, e incluso alguna incursión en la antigua N-VI, atravesamos Camponaraya, Cacabelos y llegamos a Villafranca, subimos por la ladera del monte, que salva un túnel cuando se va por la carretera, en su mitad se haya el albergue, donde sellamos. La etapa está siendo un continuo subir y bajar, después de cruzar el monte, tomamos la antigua N-VI y por ella llegamos hasta Vega de Valcarce sin haber hecho una concesión al ritmo ágil que traíamos.

        En Vega de Valcarce nos quedamos, estamos en la falda de O Cebreiro, justo en el inicio de la subida, mañana empezamos la jornada subiendo y nada menos que el alto de O Cebreiro, la última gran cota que se interpone en nuestro Camino.

        Entramos en el albergue y nos atiende un hospitalero amable, otro ejemplo de buena acogida, atención al peregrino y devoción por el Camino. El hospitalero se llama Félix, nos sella las cartillas y nos firma con su nombre, nos cobra 9 € por el alojamiento y la cena, aquí cenaremos en el albergue con otros peregrinos.

        Dejamos las bicis en un patio trasero, atadas con la cadena, subimos con las mochilas y los sacos a la planta alta donde se encuentran los dormitorios, nos toca un gran dormitorio, con unas 12 literas y tres camas bajas, solo para nosotros dos ya que los demás peregrinos ya estaban acoplados en otros más pequeños que este. Cogemos dos de las camas bajas, deshacemos las mochilas, colocamos los sacos en las camas y vamos a ducharnos, las duchas no son gran cosa, las peores de lo que llevamos hasta ahora, pero las del día siguiente le darán mérito a las de hoy, el aseo es estrecho y se encuentra fuera del albergue, entrando por el patio.

        Una vez vestidos vamos a tomar unas cervecitas al bar que hay en el propio albergue, estamos un rato de tertulia con Félix y a las 21:00 toca la campana para avisar de la cena. La cena fue tremenda, de primer plato lentejas, de segundo plato ensalada mixta, muy completa, de tercer plato espaguetis a la carbonara y de postre melocotón en almíbar, todo en abundancia y acompañado de un vinillo tinto de la tierra muy bueno ¡colosal!.

        Fue muy agradable la compañía de los demás peregrinos, y de Félix, en la cena así como la tertulia que se originó sobre todo con una pareja joven, de vascos, que estaban frente a nosotros y que también iban en bici pero por la carretera. A las 22:30, aproximadamente, nos fuimos para cama, la jornada de mañana será de aúpa.