El Camino de Santiago
en Mountain Bike
ETAPA 4 (09/09/2004): BURGOS – CALZADILLA DE LA CUEZA (103 Km)
Otra noche en la que el sueño no fue la actividad principal de la noche, ya que di mas vueltas que una peonza en mi saco y el fuerte viento que sopló toda la noche no me ayudó a cogerlo.
Nos levantamos a las 8:00 y después de vestirnos y cumplir con el ritual de todos los días, recoger todo lo desparramado, meterlo en bolsas, anudarlas y distribuirlo en las dos mochilas, nos preparamos para partir, un rato después, alrededor de las 9:00 salimos. La salida de Burgos no era muy llamativa por atractiva y al cabo de media hora de pedalear encontramos un pueblo donde paramos a desayunar y allí encontramos al asturiano y a Vicente desayunando, hicimos nosotros lo propio y después de un rato de charla con ellos nos despedimos y continuamos camino, Vicente lleva una bici de carretera y no se mete al camino por lo que desde allí seguiría solo, tenía pensado llegar hasta Fromista ya que no hacía etapas de más de 65 Km, ya no lo veríamos más.
Hasta Burgos habíamos intentado ir por el Camino lo más posible y debido a la climatología y otras circunstancias lo hemos abandonado en pocas ocasiones aunque hayamos hecho también muchos kilómetros por carretera en esas ocasiones, ya he explicado que Juan quería hacerlo de esta forma y aunque yo al principio me resistía, por que encontraba más cómodo compaginar Camino y carretera, al final me he dado cuenta de que es mucho más atractivo y divertido hacer el autentico Camino de Santiago, desde la salida de Burgos cogemos el Camino y de forma definitiva ya no lo abandonamos hasta Santiago, yo me acostumbré a las pistas trialeras y las bajadas entre rocas y grietas en el terreno y donde no pude subir en bici pues subí empujándola pero fue realmente estupendo hacer todo el trayecto por donde van los caminantes y además acabar con las discusiones que teníamos por ir por un lado u otro, sobre todo por que siempre perdía yo.
Llegamos a un lugar entre Hornillos del Camino y Hontanas, llamado Arroyo San Bol, donde había un albergue solitario en medio de la nada, de campos amarillos y vacíos de vegetación, aunque era necesario separarse unos 500 metros del Camino decidimos ir a sellar las cartillas y encontramos un lugar paradisíaco, un pequeño albergue de piedra que en su parte trasera tenía un precioso campo de árboles frondosos y una fuente con un lavadero que daba un agua fresquísima y donde llenamos nuestros bidones.
Paramos en Hontanas a tomar una Coca-cola y sellé por última vez en un local de estas características, estando allí pasó el asturiano y al vernos paró y le invitamos a una Coca-cola.
Le preguntamos al asturiano como se llamaba y nos dijo que Julio, nosotros también nos presentamos, ya que él nos llamaba gallegos, y de esta forma, dada su simpatía y que ya nos conocíamos de varios encuentros anteriores, fue normal que ya continuáramos juntos desde ese momento, además él viajaba solo y aquellos campos de Castilla se hacían interminables sin compañía. Proseguimos el viaje, pronto llegamos al antiguo monasterio de San Antón, un hito en el camino, entre sus ruinas hay que detenerse a verlo, sellamos en el albergue que se encuentra allí.
Cruzamos Castrojeriz y al cabo de un rato nos encontramos con la soberbia figura del alto de Mostelares delante de nosotros. Era chocante aquel pequeño monte en medio de aquella llanura y precisamente el Camino lo atravesaba, o sea que había que subirlo, sus rampas eran exigentes y desde abajo se veía la cadena de peregrinos ascendiendo por ellas. Iniciamos la subida y una vez más Juan nos dejó enseguida, continuamos Julio y yo a nuestro ritmo que es muy semejante y nos permite subir juntos, llevaríamos un tercio de la subida hecha cuando de repente le rompió la cadena a Julio con lo que tuvimos que echar pie a tierra y subir empujando las bicicletas.
Al llegar a la cima encontramos a Juan y nos pusimos manos a la obra o mejor dicho manos a la grasa por que Julio se las puso perdidas, menos mal que él llevaba un tronchacadenas para repararla por que de lo contrario hubiera quedado tirado, esto desató una polémica sobre lo que hay y lo que no hay que traer al camino.
Seguimos hacía Itero de la Vega donde paramos a comer unos bocadillos, de repente apareció otra cara conocida, era Quiles, el ciclista que partió de Roncesvalles cuando lo hicimos nosotros y que iba con Roberto, el de Ferrol, en una auto-caravana. Nos extraño verle solo y le preguntamos por Roberto, nos comentó que sufrió una tendinitis en la rodilla y que tuvo que abandonar el día anterior, por tanto seguía el Camino solo.
Evidentemente Quiles se unió a nosotros y ya éramos cuatro a seguir la etapa, desde Itero de la Vega el Camino era una pista de tierra paralela a la carretera y con mojones de piedra señalizándolo con la vieira cada 500 metros, por lo menos.
Al poco rato de reiniciar la marcha Juan pinchó y poco después paramos en una zona arbolada, en donde había también una fuente, a reparar el pinchazo y mientras Juan reparaba la rueda fui a llenar los bidones, Juan reparó la rueda, que para colmo fue la trasera, la que más trabajo da debido a las mochilas que hay que quitar y volver a poner de nuevo, y al poco de seguir paramos en un bar para tomar un café.
Seguimos hacía Fromista, cruzamos el canal de Castilla, donde paramos a verlo y hacer una foto, poco después llegamos a esta población. Desde Fromista hasta Carrión de los Condes, unos 28 Km, el Camino seguía igual, una inacabable pista de tierra, paralela a la carretera y plagada de mojones indicativos del Camino que había que esquivar para no comértelos, y pensar que en otros lugares costaba trabajo encontrar una señal. Esto hacía que el ritmo de marcha fuera intenso y avanzábamos a una velocidad considerable, yo no sé si fue eso, unido a los altos desarrollos que movíamos para mantener esta marcha, el caso fue que me empezó a doler la rodilla, la mala, la que tengo operada, y esto me hizo preocuparme mucho por que aún estaba reciente lo que nos contó Quiles de Roberto, que le hizo abandonar, y yo empecé a temerme algo así y que no pudiera continuar, esos kilómetros hasta Carrión fueron un continuo sufrimiento, tanto físico por el dolor, como mental por la preocupación de que no aguantara mi rodilla más, pero no dije nada y mantuve el ritmo de marcha de los demás.
Llegamos a Carrión, Quiles se quedaba aquí ya que había quedado con Roberto y las mujeres en este pueblo. Antes de separarnos fuimos a tomar unas Coca-colas juntos, las Cocas son la gasolina del ciclista por su alto contenido en glucosa y no hacemos otra cosa en las paradas que tomarlas para reponer este elemento tan importante para los músculos. Finalmente nos despedimos de Quiles, yo ya les había contado lo de mi rodilla y albergué dudas de continuar o quedar allí pero finalmente decidí continuar hasta Calzadilla de la Cueza, como proponían Julio y Juan, a Quiles ya no lo vimos más.
El Camino desde Carrión hasta Calzadilla era otra pista de tierra pero muy pedregosa lo que hacía de aquellos Kilómetros un continuo vibrar sobre el sillín, mi rodilla se calmó durante el tiempo de descanso en Carrión, esto me tranquilizó ya que indicaba que podía ser un sobre-esfuerzo pero no una lesión, me empezó a doler otra vez en aquellos últimos kilómetros pero yo esperaba que con descanso, en el albergue, se pasaría. Fueron 12 Km pero hubo de todo, primero volvió a pinchar Juan, esto le puso como una moto pero es que dos pinchazos en un día eran sospechosos de que hubiera problemas en la rueda, finalmente para rematar volvió a romper la cadena de Julio, esto ya era peor en cada rotura había que retirar un eslabón y empalmar, no era posible estar eliminando continuamente eslabones sí seguía rompiendo, empezaba a ser importante encontrar un sitio donde cambiar la cadena.
Llegamos a Calzadilla y nos encontramos con un pequeño pueblo en tierra de campos, en Palencia, eran unas pocas casas y el albergue estaba a la entrada del pueblo, sellamos y pagamos 5 € cada uno, nos indicaron que podíamos dejar las bicis en un patio que había en la parte trasera del albergue, entramos dentro con las bicis, ya que había que acceder al interior del albergue para luego salir por una puerta a ese patio trasero, y cuando salimos al patio nos quedamos de piedra, en el centro del patio había una maravillosa piscina, en cuyos bordes se sentaba algún peregrino con los pies dentro para refrescarlos, rodeada de un campito de césped donde había algún que otro peregrino, tumbado, aprovechando los últimos rayos de sol del atardecer, ¡increíble!.
Volvimos a repetir la diaria secuencia de descabalgar las mochilas para dejar las bicis amarradas y tomar posesión de una cama en interior, en el segundo piso, cogimos las tres camas superiores de tres literas contiguas, nos duchamos y nos fuimos a tomar algo y cenar. Solo había un bar en el pueblo donde daban comidas, se encontraba a la salida del pueblo, por el otro lado opuesto al albergue, era un hostal y restaurante. Tomamos unas cervecitas sentados en una mesa y mientras Julio y Juan charlaban yo escribí la crónica del día, posteriormente dimos un paseo alrededor, volvimos por el albergue y comprobamos que nuestra planta no se llenó, íbamos a ser pocos arriba, una docena como máximo, abajo estaba todo lleno, unos 40 peregrinos.
Volvimos al hostal para cenar sobre las 21:00, cenamos ensalada de garbanzos y carne guisada, Juan pidió conejo, nos cobraron 9 € cada uno. Después de un rato de charla en el patio del albergue, sentados, próximos a la piscina y con una temperatura nocturna estupenda, nos fuimos a las 23:00 para la cama.