El Camino de Santiago
en Mountain Bike
ETAPA 3 (08/09/2004): VENTOSA – BURGOS (123 Km)
Estoy condenado a no dormir en el Camino de Santiago, esta noche ha caído la tronada más impresionante que oí en mi vida. De repente empezó a llover, llovía con tal intensidad y furia que el ruido en el tejado era ensordecedor, poco tiempo hizo falta para que cediera la impermeabilidad del tejado y empezara a entrar agua dentro, retrocedí en la cama intentando escapar de la gotera pero fue inútil, nuevas goteras empezaron a convertir mi cama en una autentica ducha y me obligaron a saltar de la litera con el saco empapado.
No había luz en la casa y pronto andábamos envueltos en los sacos, en la más completa oscuridad. Apareció Ángel, con una vela en la mano, diciendo que no había luz, bien a la luz de una vela que había en el rellano de la escalera o con linternas que manejaban algunos peregrinos, hubo que asearse, vestirse, recoger todo, meterlo en las mochilas y calzarse para partir. Dado que Juan y yo no teníamos prisa, mientras que los caminantes arrancan muy temprano aún de noche, dejamos que acabara todo el mundo y nos sentamos a charlar en el rellano de la escalera a la luz de la vela. Finalmente cuando todo el mundo bajó a desayunar nosotros nos aseamos, vestimos y recogimos todo.
El desayuno tenia que ser sin café, ya que al no haber luz no le funcionaba a Ángel la cafetera, y el pan había que comerlo en rebanadas, sin tostar, ya que tampoco funcionaba la tostadora, así que tomamos zumo con rebanadas de pan untadas en mantequilla y mermelada además de fruta.
Pronto fueron marchando todos los peregrinos, finalmente solo quedamos Juan y yo que éramos los únicos ciclistas en el albergue, a las 8:15 nos despedimos de Ángel, al que le quedaba una buena tarea de limpieza y de secar suelos, y partimos de aquel pequeño pueblo en el que tantas cosas nos sucedieron en tan pocas horas.
Seguía lloviendo, aunque con poca intensidad pero la tormenta de la noche y la gran cantidad de agua caída no aconsejaba meterse al camino y menos con la tierra arcillosa que predominaba en estos campos de La Rioja, tomamos la N-120 en dirección a Burgos, la carretera se presentaba como una alternativa espantosa, pero la única posible, hasta los caminantes recurrieron a ella, a los pocos kilómetros de ir avanzando fuimos viendo a todos los peregrinos que habían salido una hora antes del albergue y los fuimos saludando y dando un último adiós ya que a estos no volveríamos a verlos.
Pronto nos vimos rodeados de una gran densidad de tráfico, la nacional llena de barro, las riadas de agua, producidas por los campos inundados que desbordaban por encima de la nacional, atravesaban perpendicularmente la carretera y donde se producía este hecho se acumulaban los coches y se generaban colas y retenciones, nosotros con las bicis íbamos, pasando por el arcén, atravesando estos ríos improvisados acumulando agua y barro en nuestras bicis, la indumentaria y las mochilas.
Avanzamos de esta forma hasta Santo Domingo de la Calzada donde decidimos salirnos de la nacional para ver el pueblo y tomar un cafetín, que nos estaba haciendo falta. A la entrada de Santo Domingo había un puesto de información del Camino de Santiago y en él nos detuvimos para sellar las cartillas, nos adentramos en el pueblo, Juan iba negro por que nuestras bicis chirriaban como un carro de vacas, tanta agua y tanto barro habían lavado las cadenas y la falta de grasa, unida a la suciedad, no era el mejor sistema de engranar la cadena en platos y piñones, por ello dijo que primero un café nosotros y luego aceite a las bicis. Paramos en una cafetería, ya en la zona céntrica, posteriormente, a la puerta de la catedral, se paró un señor a charlar con nosotros y hablando del estado del camino nos aconsejó una ruta por carreteras rurales y poco transitadas para llegar de Santo Domingo a Belorado ¡gracias amigo! es otro de esos encuentros casuales que se producen en el camino y que te reportan grandes beneficios por su ayuda.
Cruzando el pueblo no vimos ninguna ferretería y en un molino donde paré a preguntar por el puente de piedra, que nos había dicho el señor como punto de salida, Juan aprovechó para pedirle al molinero un poco de aceite y el hombre nos dejó un spray lubrificante que le vino bárbaro a nuestras bicis ya que los chirridos se acabaron y con ellos la desesperación de Juan por ir sentado en una jaula de grillos.
Encontramos el puente y tomamos la ruta indicada hacía Herramelluri, Leiva y Tormantos para llegar a continuación a Belorado e incorporarnos de nuevo al Camino, fue un trayecto precioso, apareció el sol, pudimos pedalear en paralelo charlando por carreteras poco transitadas y disfrutar de bonitos paisajes, nuestro pedalear era alegre y decidido por aquellas rectas poco transitadas cruzando campos de cultivo.
En Leiva habíamos parado a llenar los bidones de agua y comer un peladillo, a la entrada de Tormantos vimos un ciclista que entrenaba con una bicicleta de carreras y lo paramos, le preguntamos por una ruta local que no nos obligará a seguir el Camino que iba por la N-120 hacía Burgos, cuando nos incorporáramos a ella en Belorado. Él nos aconsejó salirnos de la nacional en Tosantos y circular por el interior hasta San Juan de Ortega donde ya podríamos tomar el Camino, alejados ya de la N-120; después de escribirnos la ruta sobre la propia guía que llevábamos le dimos las gracias y continuamos nuestro rodar.
Tomamos la N-120, al llegar a Belorado, y después de un pequeño trayecto por ella llegamos a Tosantos, rellenamos de agua nuestros bidones y a la salida del pueblo ya encontramos el indicador que nos sacaba de la N-120 hacía Villalómez, por donde nos había indicado nuestro amigo ciclista, pronto se empezó a poner el camino cuesta arriba y subimos durante un buen trecho un puerto que no fue excesivamente duro pero si largo, como siempre perdí de vista a Juan y subí a mi ritmo para encontrarlo de nuevo en la cima y continuar de nuevo nuestro rodar por una bajada a través de un precioso valle que combinaba los campos de su parte honda con los cañones de rocas y las paredes de piedras escalonadas de sus laterales, no había rastro de coches, el día era soleado y apetecía pedalear y rodar con nuestras bicis, el ritmo era bueno y los kilómetros se sumaban con prontitud, estaba empezando a disfrutar enormemente de lo que estábamos haciendo.
Al pasar Villalómez llegamos a un cruce donde cogimos a la derecha, hacía Castil de Peones y pedaleamos durante kilómetros con tantas ganas que nos pasamos el cruce a la izquierda que debíamos tomar hacía Cerratón de Juarros, que era la ruta que nos indicó el ciclista, afortunadamente nada más pasar aquel cruce entramos en un pueblo llamado Cueva Cardiel y mientras lo atravesábamos nos gritaron unos vecinos que retrocediéramos que nos habíamos pasado el cruce. El hecho de habernos detenido y que curiosamente lo hubiéramos hecho a la puerta de un bar hizo que dejáramos las bicis apoyadas en un banco y entráramos a comer en aquel bar.
Acabamos y nos despedimos de aquella buena gente recorrimos un corto trayecto y tomamos el cruce que nos habíamos pasado con anterioridad y nos dirigimos hacía Cerratón de Juarros. El recorrido era estupendo, una carretera rural sin transito de vehículos y bordeada de espléndidos árboles que daban una sombra gratificante a aquellas horas del mediodía, con un calor considerable. El Camino desde entonces hasta San Juan de Ortega se convirtió en un continuo subir, un rompe-piernas, con pequeñas bajadas pero con un marcado carácter ascendente. En Cerratón llenamos nuestros bidones y continuamos hacía San Juan de Ortega.
En San Juan de Ortega nos reencontramos con el Camino de Santiago, era un espectacular monasterio fundado por este discípulo de Santo Domingo de la Calzada y allí se encontraba un albergue donde sellamos nuestras cartillas y posteriormente seguimos camino hacía Burgos. A la salida de San Juan de Ortega hicimos una subida trialera, muy pendiente y abundante en rocas y piedras sueltas, pronto llegamos a Atapuerca y tras 20 km de pedalear a buen ritmo entramos en Burgos.
Cruzamos la ciudad y llegamos a los albergues que se encontraban a la orilla del río, ya saliendo de Burgos, probamos primero en el albergue municipal pero solo tenían una plaza libre, era un albergue muy bonito de cabañas de madera, posteriormente supimos quien ocupó aquella única plaza que quedaba y que no cogimos por ir dos. Sellamos de todas formas y nos fuimos al albergue de la Junta de Castilla y León que era una zona de acampada al lado del anterior.
Nos sellaron las cartillas y no nos cobraron nada, ni siquiera admitían donativo, a continuación nos asignaron una tienda de campaña para los dos. Las tiendas estaban muy bien y tenían colchonetas lo que facilitaba el descanso, se encontraban en un campo poblado de arboles y era como estar en un camping junto a un río, enfrente había una zona donde se podían dejar las bicis aparcadas y amarradas, colocamos allí las bicis para despojarlas de las mochilas y los sacos de dormir. Dejamos todo en la tienda y nos fuimos a lavar las bicis, ¡que buena falta tenían!.
Cuando acabamos de lavar las bicis, las dejamos amarradas al parking de bicis y nos fuimos a duchar, las instalaciones eran estupendas, había una especie de bungalow para las duchas, uno para hombres y otro para mujeres, también se repetía lo mismo para los aseos y no solo estaban muy bien acondicionados sino que la limpieza era de lo mejor.
Una vez finalizadas las tareas obligadas nos dispusimos a dar una vuelta por el centro de Burgos y cuando salíamos de la zona de acampada un ciclista de los que andaban por allí se nos acercó y preguntó si podía acompañarnos, le dijimos que si y se nos unió en el paseo, se llamaba Vicente y era valenciano, fuimos a ver la catedral que a mi me dejó extasiado ya que nunca había visto algo parecido, es hermosísima y el interior es admirable. Vicente era simpático y tenía mucha conversación así que no nos aburrimos el tiempo que permanecimos juntos, tomamos unas cervezas y dimos un paseo por las animadas calles del centro de la ciudad, buscamos un sitio donde cenar y encontramos una mesa libre en una terraza de un restaurante, estaba todo lleno y, para ser un día laborable, se ve que hay mucha animación en esta ciudad. Cenamos ensalada de arroz, una fuente de un tamaño descomunal que además de arroz traía de todo, después huevos fritos con patatas y morcilla y de postre helado, tocamos a 12 € cada uno, regresamos al albergue dando un paseo que nos vino muy bien ya que llevábamos el estomago duro como una piedra.
Al llegar al albergue nos despedimos de Vicente hasta el día siguiente y nos dispusimos a dormir, no sin antes ir al comedor y pasar un rato escribiendo la crónica del día y después ir a llenar el bidón a la fuente para beber por la noche, yo creo que desde que llegué al albergue bebí cuatro bidones de agua para intentar rehidratarme de la sed con la que llegué a Burgos